Posteriormente la memoria de la figura u obra de Cervantes se ha continuado honrando mediante varias lápidas situadas en distintos parajes de la ciudad.
Así figuran recuerdos evocadores de su estancia en Valladolid colocados en el solar que ocupó el Hospital de la Resurrección en la Acera de Recoletos, en los muros de la torre de la Iglesia Parroquial de San Lorenzo o en el pretil del Puente Mayor.
Igualmente la ciudad cuenta con calles dedicadas al Licenciado Vidriera (nombre concedido en 1965 a la prolongación de la denominada en 1855 c/ Mendizábal, hoy c/ Menéndez y Pelayo), a La Galatea (concedido en 1965 a la prolongación de la antigua c/ del Candil, hoy c/ de doña Marina de Escobar) y a Dulcinea (al acceso desde la c/ Miguel Íscar a la c/ del Rastro).