Finalizada la Guerra de Sucesión española tras la firma de los tratados de Utrech (1713), se inició en España un amplio programa de reformas políticas y administrativas. El llamado “espíritu de las luces” o “ilustración” irradió a España desde Francia con sus conocidas ideas de crítica universal, racionalismo, negación de la verdad revelada, optimismo filosófico, búsqueda del progreso material y cultural, y espíritu científico. Nació entonces una Historia crítica, basada en documentos fehacientes, con lo cual los archivos adquirieron un interés especial para los ilustrados y la nueva dinastía. Fueron muy numerosas las disposiciones archivísticas tomadas durante el siglo XVIII.
Salto de línea Las reformas afectaron también al viejo Archivo Real de Barcelona, fundado en 1318, que recibió nuevos reglamentos en 1738 y 1754. En este, se consagró normativamente el nombre de Archivo de la Corona de Aragón, que ya se venía empleando desde fines del siglo XVII, con el que se le conoce hoy en día. En 1740 fue nombrado archivero Francisco Javier de Garma y Durán, autor de varias obras eruditas y miembro de la Real Academia de las Buenas Letras de Barcelona. Garma elaboró varios proyectos de reforma, incluido el traslado del Archivo a un nuevo local ubicado en la casa de la Diputación del General en 1766. Desde entonces, el Archivo de la Corona de Aragón comenzó a ser conocido por la crítica erudita europea, que empezaba a valorar sus riquezas. Un gran historiador de la época, Antonio de Capmany, escribió en 1792 que era “por su antigüedad y buena conservación, riqueza de monumentos, importancia y variedad de ellos, y extensión y diversidad de reinos y naciones a que tienen directa relación, el archivo más memorable de la Europa”.
Estos proyectos de reforma ilustrada fueron culminados por Próspero de Bofarull y Mascaró, que se hizo cargo entre 1814 y 1849. Su obra marca un punto de inflexión en la historia del Centro. Bofarull convirtió el Archivo de la Corona de Aragón un instrumento al servicio de la investigación histórica moderna y en un centro cultural. Su tarea fue inmensa: tomó grandes medidas para la seguridad, conservación y restauración del material archivístico; avanzó en su clasificación y ordenación; elaboró unos inventarios modélicos; restauró y prosiguió la encuadernación de miles de registros y volúmenes.
Salto de línea En 1844, comienza la preparación de la Colección de documentos inéditos del Archivo de la Corona de Aragón. Había estado precedida de un proyecto propuesto por él mismo en 1821 a las Cortes, como depositarias de la soberanía de la nación. Una Real orden 28 de marzo de 1846 ordenó emprender “una serie de publicaciones en que se vayan dando a conocer cuantos documentos dignos de ver la luz contenga este depósito, confiando a V. S. [Bofarull] tan importante trabajo como la persona más a propósito para dirigirlo y llevarlo a cabo con buen éxito”. Sólo un año más tarde, presentó el original del primer tomo. Decidió comenzar por las actas del Compromiso de Caspe, lo que responde a la situación del momento. Con aquel compromiso se había solucionado la sucesión al trono de la Corona de Aragón tras el Interregno de 1410-1412. En 1846 había estallado la segunda guerra carlista y precisamente la dinástica era la cuestión política de mayor calado en la España de mediados del siglo XIX. Próspero de Bofarull pudo publicar diecisiete volúmenes más de la Colección o CODOIN, que se convirtió en un auténtico monumento historiográfico de la erudición europea. Fue continuada por su hijo Manuel de Bofarull hasta alcanzar los cuarenta volúmenes en 1876. El último volumen aparecido, que lleva el número LII, data de 2003.Salto de línea Salto de línea