"La Constitución española, justa y liberal, ha sido elaborada en Cádiz, entre sangre y sufrimiento"
El 1 de enero de 1820 Rafael de Riego se convirtió en uno de los catalizadores del regreso del régimen constitucional a España. Si bien es cierto que el final último no se cumplió -la toma de Cádiz- la extensión del movimiento por otros puntos de España posibilitó el triunfo del levantamiento dando inicio al Trienio Liberal (1820-1823)
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Riego había ingresado en la carrera militar en 1807, integrándose en el Cuerpo de Guardias de Corps. Por ello fue testigo de los convulsos acontecimientos previos a la entrada de los franceses en España. Una vez que se produjo la invasión napoleónica se enfrentó, como otros patriotas, al ejército francés. Capturado y llevado como prisionero a Francia pasó allí gran parte de la Guerra de la Independencia .
Tras su regreso a España Riego juró la constitución gaditana, pero es poco lo que se sabe sobre su posicionamiento ideológico durante el Sexenio Absolutista (1814-1820).
Tras mostrar su interés por formar parte de las fuerzas expedicionarias que se dirigían a América se convirtió en uno de los protagonistas más destacados del levantamiento en Cabezas de San Juan. Así, un militar aparentemente desconocido devino en héroe constitucional y fue merecedor de una imagen pública de la que él fue muy consciente en los años siguientes.
La mitificación de la figura de Riego se empezó a forjar en el mismo periodo constitucional. Si bien es cierto que en un primer momento hubo una mitificación colectiva del Ejército sublevado, pronto este proceso se empezó a individualizar en ciertas figuras. La actitud de Riego, poco dispuesto a asumir un papel protagonista y, sobre todo la humildad que reflejaba al rechazar la faja de General del Ejército, fue un elemento a su favor y con el que no contaron otros personajes vinculados al levantamiento como Antonio Quiroga.
Pronto empezaron a venderse y a circular retratos y estampas con la efigie de Riego; se le nombró socio de honor en varias sociedades patrióticas y los distintos cuerpos de milicias nacionales ambicionaron su presencia entre sus filas. Además, el Himno de Riego se interpretó de manera repetida en distintos eventos como las representaciones teatrales que tuvieron lugar por toda España.
A ello hay que unir las ocasiones en que pudo ser proclamado al paso o entrada en alguna ciudad española y que entra en consonancia con otro fenómeno como fue la salida en procesión del retrato de Riego y que señala, sin duda alguna, esa condición de héroe patrio que le fue conferido por sus coetáneos. Buena muestra de ello es esta peculiar crónica publicada en El Eco de Padilla y que muestra la problemática que esta clase de actos generó en los gobiernos del Trienio Liberal.
Si bien es cierto que la figura de Riego concitó el clamor popular, también generó no pocas críticas por parte de sectores realistas y absolutistas como dentro del propio liberalismo. Aunque Riego no se mostró abiertamente partidario de las tesis del liberalismo radical, señalando que su lealtad se hallaba con la constitución y el régimen constitucional emanado de ella, sí que fue instrumentalizado por las facciones liberales en defensa de sus respectivas tesis. En efecto, los elementos más moderados del liberalismo no ahorraron en críticas hacia Riego desde los momentos iniciales del Trienio, mientras que el liberalismo más radical, representado por la comunería, por ejemplo, patrimonializaron su figura.
También hay que señalar que la percepción de la figura de Riego fue cambiando a lo largo del Trienio, marcado, obviamente, por los distintos papeles que hubo de cumplir. Así, tras la disolución del llamado Ejército de la Isla, le fue encomendado la Capitanía General de Aragón, puesto desde el cual fue consciente de las resistencias existentes al espíritu constitucional. No sólo eran los movimientos contrarrevolucionarios auspiciados por los sectores realistas sino también la falta de valores constitucionales en amplias capas de la población. Tampoco hay que olvidar que Riego fue diputado electo por Asturias en la legislatura de 1822, ocupando la presidencia de las Cortes durante un breve periodo de tiempo. Durante esta etapa Riego se mostró extraordinariamente legalista y muy moderado para las aspiraciones del ala más radical del liberalismo. Su trayectoria final durante el Trienio lo devolvió a su marco natural, el del Ejército, desde el cual trató de defender la obra constitucional y la defensa de sus principios.
Tras ser capturado por los realistas y juzgado, Riego fue ejecutado en noviembre de 1823. Al igual que ocurrió con otras figuras del periodo, como Mariana Pineda, hubo una primera rehabilitación durante los primeros momentos del reinado isabelino.