El Camino Francés además de ser el itinerario más conocido y transitado de todos, fue declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1993.
El Camino Francés no se constituye definitivamente hasta el siglo XI con Sancho el Mayor de Navarra. Al viaje jalonado por las reliquias y cuerpos de santos vino a superponerse la imaginación épica: el apóstol Santiago se aparece en sueños a Carlomagno, le explica el sentido de la vía láctea como clave para encontrar su sepulcro y le invita a liberarlo para rescatar a España del dominio islámico. El camino reiteraba así el itinerario de apertura de la gesta que se le atribuyó a Carlomagno y a Roldán, que vendría a legitimar la realidad contemporánea: la presencia de colonos y burgueses francos y barones aquitanos y borgoñeses para la Reconquista. Del resultado de tales mixtificaciones resultó el Camino Francés.
En el transcurso del siglo XI la afluencia de peregrinos se intensificó y comenzó la labor organizativa de los reyes para facilitar su tránsito. La Bula Regis Aeterni, concedida por el Papa Alejandro III, no solo confirmaba los privilegios concedidos junto a la obtención de la indulgencia plenaria sino que ayudó a que el Camino Francés se configurara como ruta principal hacia Santiago de Compostela.
Este camino fue concebido como un espacio de culto que integró también un espacio cultural, un arte propio del Camino de Santiago. Además, se transformó en un eje comercial importante y una vía de difusión del conocimiento: todo cuanto se dijera, predicara, contara, esculpiera o pintara en el camino llegaba a mucha más gente y lugares.