El Pacífico se ha convertido en un viaje sin retorno para los españoles. Casi medio siglo después de la nao Victoria ninguno de los 18 barcos que se adentra en el océano consigue regresar a casa. Vientos y corrientes cierran el paso hacia América. Felipe II acude a Andrés de Urdaneta, un viejo y experto marino superviviente de la expedición de Loaísa, para que viaje con Legazpi e intente abrir la ruta de regreso. Desde Filipinas, Urdaneta navega sobre la corriente de Kuro-Shivo y, tras seis meses de viaje, arriba a Acapulco. El Pacífico desvela, ahora sí, un camino de ida y vuelta por el Norte.
Abiertas ya las rutas oceánicas por el Norte, comienza desde el virreinato del Perú una nueva etapa en la exploración que tendrá como marco el Pacífico Sur. Desde el puerto del Callao, cerca de Lima, tres expediciones se hacen a la mar con el principal objetivo de hallar el continente austral, mito geográfico de la Antigüedad clásica que teólogos y científicos del momento no dudan en ubicar en esas latitudes.