La Casa de Mendoza, oriunda de Álava, construyó su fortuna y fama durante los siglos XIV y XV, culminando este proceso con Íñigo López de Mendoza , I marqués de Santillana. La descendencia del marqués configuraría las diferentes ramas de los Mendoza: la principal, la de los duques del Infantado
, y las secundarias: Tendilla-Mondéjar
, Coruña, Cenete
y Mélito
. La presencia de los diferentes integrantes de la familia se concentrará en diversas villas y estados a lo largo de toda la Península, siendo Guadalajara el feudo principal de los Infantado. Alcalá de Henares, tan cercana a ese feudo principal, estuvo muy vinculada a la familia Mendoza, por lo que no es de extrañar que sean varías las mujeres de la familia que fundaron y dotaron colegios para la Universidad Cisneriana
.
Quizá, para empezar este recorrido por las mujeres Mendoza haya que nombrar a Catalina Suárez de Mendoza Cisneros , hija del III conde de la Coruña y sobrina del cardenal Cisneros
, fundador de la Universidad alcalaína. Catalina contó con residencia propia en Alcalá de Henares
, concretamente en la plaza del Mercado, actual plaza Cervantes, y ejerció el patronazgo de varias instituciones en la villa complutense. Casada con Fernando de Gamboa Arteaga, tras el fallecimiento de su marido en 1586, decidió patrocinar el convento-colegio del Santo Ángel de la Guarda, o de los Gilitos
, en Alcalá, como lugar de enterramiento para ella y su esposo. Además, valiéndose del privilegio que otorgaban las constituciones cisnerianas a los condes de Coruña
y a los hijos de Juan Jiménez de Cisneros, fundó también en Alcalá el Colegio menor de Santa Catalina
, comúnmente llamado de “los Verdes”, por las vestimentas de sus colegiales, una obra en la que se implicó su hija Juana de Gamboa Mendoza
.
María de Mendoza , hija de los condes de Tendilla y marqueses de Mondéjar
, eligió Alcalá de Henares como su residencia habitual a partir de 1570. Nacida en Granada, pasó gran parte de su vida en Mondéjar (Guadalajara) y desde muy joven declaró su intención de no casarse, haciendo voto de castidad, un acto que debió de ser apoyado por su confesor, San Juan de Ávila
. La familia Mondéjar ya poseía unas casas en la alcalaína calle Guadalajara, actual plaza de los Mártires, y allí residió junto a su sobrina, Catalina de Mendoza
, hija natural de su hermano, el conde de Tendilla. En el caso de estas dos damas, su labor de patronazgo se dirigió hacia la Compañía de Jesús
y el Colegio Máximo
que fundó dicha orden en la villa complutense. La presencia jesuítica en Alcalá había sido patrocinada por figuras cortesanas tan relevantes como la dama de la emperatriz Isabel y aya de Felipe II, Leonor de Mascarenhas
. La vinculación de María y Catalina con la Compañía, por otro lado, había sido alimentada en el seno familiar por la madre y abuela de ambas, Catalina de Mendoza Zúñiga
, que dejó todos sus bienes a la misma para construir un colegio en la villa de Mondéjar. Aunque el Colegio Máximo de Alcalá era preexistente, María y Catalina dejaron clara su intención de figurar como fundadoras del mismo, reservándose un lugar en su capilla para su enterramiento.
La hija de los condes de Mélito, María de Mendoza de la Cerda , contaba también con residencia en la ciudad complutense, concretamente en la calle Santiago frente al Palacio Arzobispal. Enfrentada a su madre, Ana de la Cerda
, por su herencia, ya que ésta quería beneficiar a uno de los hermanos de María, ésta última hubo de pleitear ante la Real Chancillería de Valladolid. Sin haber contraído matrimonio, María legó sus bienes y residencia a los dominicos para la fundación del Convento de la Madre de Dios
. Además de ser enterrada en dicho convento, hizo patrono de la fundación a su hermano, príncipe de Mélito.
El caso de Beatriz Silveira nos remite a una casuística algo diferente. Esta dama portuguesa fue mujer del barón Jorge de Paz Silveira
, del que era prima. Pertenecientes ambos a una familia que había hecho fortuna del comercio transatlántico, Jorge de Paz se convirtió en uno de los principales asentistas de la Monarquía a partir de 1640. Faltos de descendencia, el barón Jorge de Paz instituyó sendos mayorazgos para dos de sus sobrinos y además dejó varias mandas para obras pías y fundaciones. Así, decidió construir un Colegio dedicado a la memoria de San Jorge y destinado a albergar colegiales irlandeses o de otras partes del Norte de Europa para favorecer la causa católica en aquellas tierras. Finalmente, el Colegio de San Jorge
se fundó en Alcalá de Henares y debía, además, albergar las sepulturas de su fundador y de su esposa Beatriz de Silveira. Ella, como albacea testamentaria, hubo de llevar adelante esta manda testamentaria, como así hizo.
Hay que señalar que no fue la única vinculación que esta dama mantuvo con la ciudad complutense, ya que en su propio testamento dejó algunas rentas para la Casa de Arrepentidas de la localidad, denominada de la Magdalena, situada en la Calle Gallo, y sobre la que luego se levantó el convento de las Agustinas.
Otro de los colegios de la universidad alcalaína que contaron con patrona femenina fue el Colegio de la Merced Descalza . Éste había surgido como una casa para dar cobijo a los frailes mercedarios procedentes del Convento de Santa Bárbara
de Madrid, pero en 1614, gracias al permiso del arzobispo Bernardo de Sandoval Rojas
, pasó a tener estatus de colegio. Unos años más tarde, en 1629, Elvira Manrique de Lara
asumió el patronazgo de la capilla mayor del Colegio. Oriunda de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, fue hija del conquistador y explorador del Paraguay Nuflo de Chaves
y de Elvira Mendoza Manrique. Contrajo matrimonio con el capitán Hernando Jaramillo de Andrade
, natural de Zafra y quien hizo fortuna a través del comercio en la villa real de Potosí. Debió de enviudar hacia 1605, y se convirtió en la albacea testamentaria y heredera de la fortuna de su marido. Volvió a casarse una vez más con Alonso Maldonado de Torres
, oidor y presidente en las Audiencias de Charcas y Lima y consejero togado de Indias. A través de las escrituras de patronato y de su testamento podemos constatar la especial relación que mantuvo con la Orden de la Merced
. Y es que, además del patronato sobre el Colegio alcalaíno, hizo lo propio con el Convento de Santa Bárbara, a quien dejó por universal heredero de todos sus bienes y donde finalmente se hizo enterrar, así como el Convento de la Merced de Madrid
, siendo patrona en este último de la capilla de Nuestra Señora de los Remedios.
Volviendo al Colegio de la Merced Descalza, en la escritura de patronazgo, acordada con fray Bartolomé de San José, Elvira se comprometió a ceder al Colegio las rentas vinculadas a tres juros: uno de ellos, situado sobre las alcabalas de Alcalá de Henares, otro sobre los puertos secos, y un último sobre los propios y rentas de la villa de Ambroz. A cambio de esta ayuda económica, los colegiales se comprometían al rezo por las ánimas de su benefactora y parientes, así como a la cesión de la capilla mayor, que iba a ser construida de nuevo a cargo de esas rentas, como lugar de enterramiento para sus familiares y los de sus maridos.