Dentro de su posición neutral, y a pesar de los conflictos internos que se dieron durante la Primera Guerra Mundial, la labor de España en el ámbito internacional fue sobre todo humanitaria.
En relación a esta labor humanitaria destacó el papel jugado por el rey Alfonso XIII. En 1914 la esposa de un soldado francés contactó con el rey para rogarle que localizara a su marido, cuyo paradero se desconocía desde la batalla de Charleroi de agosto de ese mismo año. El 18 de junio de 1915 "La Petite Gironde" publicó un artículo contando la historia de la lavandera francesa, y así comenzó una lluvia de cartas remitidas por personas de diversos lugares del planeta que pedían la atención del rey español para localizar a sus familiares desaparecidos [8]. Dió lugar a una inversión de más de medio millón de euros actuales para la creación en el Palacio Real de Madrid de la Oficina de la Guerra Europea organismo cuya función fue la de atender a estas familias que requerían su ayuda y atención. El secretario particular del rey, Emilio María de Torres
fue el encargado de ir revisando cada petición, con la ayuda del resto de integrantes de la Oficina, en la que llegaron a trabajar unas 40 personas entre voluntarios y personal de Casa Real [10].
Inicialmente, la función principal de la Oficina fue la localización de desaparecidos; pero, a lo largo del conflicto fue ampliando sus funciones y adaptándose a las necesidades que iban surgiendo. Se organizó en distintas secciones: Servicio de Heridos y Prisioneros de Guerra, Servicio de Información en Países Ocupados (Población Civil) y Servicio de Repatriación y Canje (Repatriación militar) [10].
Por nacionalidades, la Oficina prestó ayuda a 122.000 prisioneros franceses y belgas, 7.950 ingleses, 6.350 italianos, 400 portugueses, 350 estadounidenses y 250 rusos. Gracias a ella, 21.000 prisioneros enfermos y 70.000 civiles fueron trasladados a zona segura. Los militares españoles y la Cruz Roja llevaron a cabo alrededor de 4.000 visitas a campos de prisioneros
para controlar el trato que se les daba. Alfonso XIII también consiguió el acuerdo con los países beligerantes de no atacar buques-hospitales [10].
Además de la Oficina de la Guerra Europea, destacó, esta vez desde la Legación de España en Bruselas, la labor humanitaria desempeñada por el diplomático español Rodrigo de Saavedra y Vinent, Marqués de Villalobar. En 1886 inició su carrera profesional en el Ministerio de Estado y sus problemas físicos de movilidad no lograron frenar sus ideales. Desde entonces no pasó desapercibido en el ámbito diplomático. Fue promovido al rango de “enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de primera clase” por el rey Alfonso XIII, y destinado a la Legación de España en Bélgica el 10 de marzo de 1913 [11].
Durante la invasión alemana de Bélgica mantuvo su puesto en Bruselas junto a otros representantes con la intención de proteger los intereses españoles, y mediando con Alemania para disminuir los efectos de la invasión sobre la población belga. De esta manera consiguió suministros para la población por parte de la Comisión de Socorro en Bélgica. También solicitó muchas veces la moderación de las sentencias dictadas por tribunales alemanes a ciudadanos belgas. En 1916 trató de promover un acuerdo de paz entre Bélgica y Alemania y en 1917, participó en las negociaciones de paz de Alemania con Gran Bretaña [11].
Tras la guerra, y debido a su continuo compromiso con Bélgica y con España, fue elevado a rango de embajador en 1921 y obtuvo gran popularidad siendo recordado por el pueblo belga. A su muerte en 1926 fue homenajeado en Bruselas con un funeral de Estado [11].
Además del Marqués de Villalobar, se deben mencionar también las labores humanitarias realizadas por otros diplomáticos españoles como Luis Polo de Bernabé, embajador en Berlín, Antonio de Castro Casaléiz, embajador en Viena, José María Quiñones de León , embajador en París, y Francisco de Reynoso, representante de la Legación de España en Berna. Se ocuparon de atender peticiones de repatriación de heridos, de dar informaciones de familias residentes en territorios ocupados, de gestionar indultos y de realizar investigaciones sobre desaparecidos, entre otras gestiones [10].
En resumen, Alfonso XIII, el Marqués de Villalobar y el resto de diplomáticos españoles promovieron la imagen exterior de España como un país con un gran sentido humanitario a pesar de la inestabilidad interior que marcó este periodo.