La casa es el refugio del ser humano. En ella se desarrollan las actividades más íntimas y básicas del individuo ligadas a la alimentación, al descanso, al ocio o a la educación más elemental. La casa propia ha sido, y todavía es, un privilegio para una inmensa cantidad de gente abocada a vivir en los espacios donde desarrollan sus actividades de supervivencia. Sin embargo, la sociedad ha generado la existencia de unidades familiares, la base de su sistema social, asociadas a la creación de ámbitos residenciales exclusivos que identificamos con la casa.
Históricamente, el grupo humano o familiar residente en la casa no posee únicamente vínculos de sangre, ya que durante muchos años el servicio o las personas que residían bajo un mismo techo convivían por relaciones de dependencia económica, jurídica o directamente de propiedad.
En la casa tienen su espacio los bienes, medios y tareas para cubrir esas necesidades básicas, como la alimentación y la conservación de sus productos, su procesado y las costumbres y ritos asociados -despensa, cocina y mesa-, cubrir la desnudez mediante el vestido y ofrecer confort a sus habitantes con los elementos de apoyo necesarios -el mobiliario-. La forma en que se desarrollan las actividades de este ámbito son muy particulares de cada grupo humano y los elementos utilizados en el día a día poseen una marcada personalidad que resume aspectos esenciales del contexto social, cultural e histórico.