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El trabajo

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De los varios aspectos que configuran la actividad cotidiana, el primordial es el que permite la subsistencia diaria a través de las tareas que facilitan los bienes indispensables mediante prácticas productivas directas centradas en la alimentación o en la fabricación de bienes para asegurar ésta con el intercambio o la venta. En este sentido, en las sociedades tradicionales, la agricultura, la ganadería, la pesca o la caza son actividades esenciales.

La transformación de los bienes primarios genera la industria, y la forma en que unos y otros productos se intercambian, el comercio. La navegación es en sí un medio auxiliar a ambos tipos de prácticas que también genera actividad laboral y, finalmente, el conocimiento es esencial para regirlo todo. Su profundidad y complejidad añadirá más valor a todas las actividades permitiendo más capacidad productiva, de gestión y de posesión de bienes, lo que en nuestra civilización llamamos riqueza. Las condiciones geográficas y climáticas han generado históricamente una cierta especificidad de las tareas productivas y económicas desarrolladas en Portugal y en España.

En el primer caso, la dimensión reducida del territorio ha abocado al país hacia el mar y hacia la búsqueda de recursos centrados en el dominio de la navegación, el máximo conocimiento en esta técnica de transporte y el comercio de bienes de prestigio de ultramar, persiguiendo controlar su trasporte en sustitución de las milenarias rutas terrestres que, desde siempre, han unido el Extremo Oriente y Occidente. El Atlántico fue un espacio forzado de convergencia entre ambas naciones y, al tiempo, un espacio que forzaba la búsqueda de un equilibrio entre ellas.

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