La roca sumergida de La Laja, más conocida como Bajo de la Campana, es una formación calcárea de unos 100 metros cuadrados que, desde los 24 m. de profundidad asciende hasta prácticamente llegar a la superficie. Esto ha supuesto un auténtico peligro para la navegación durante milenios y ha hecho que en sus inmediaciones naufragaran numerosos barcos. El yacimiento del Bajo de la Campana se descubrió en la década de los 50 del pasado siglo, cuando buceadores que se dedicaban a extraer chatarra del fondo marino, localizaron restos arqueológicos. En la década de 1970, el antiguo Patronato de Arqueología Submarina de Cartagena, dirigido por Julio Mas, realizó diversas campañas arqueológicas que documentaron la existencia de varios naufragios.
Desde entonces, y hasta el 2007 no se realizó ningún tipo de trabajo en el agua si bien la importancia del yacimiento queda patente en el interés por el estudio tipológico de los materiales cerámicos, concluyendo que pertenecían a tres estadios cronológicos diferenciados. El material más antiguo data de la época fenicia y comprende cerámica, defensas de elefante y lingotes de estaño, con fechas de entre 625 y 575 a.C. basándonos en los restos de ánfora Vuillemot R-1 y Cintas 268. El segundo grupo cerámico está constituido por ánforas tipo Ebusitana PE-17 y Greco-itálica, además de cerámica de mesa Campaniense A; los cuales datan el pecio en la segunda mitad del siglo II a.C.. Finalmente, conformando el tercer grupo, tenemos restos de ánforas Béticas de los tipos Dressel 7-11, 14 y 20, las más tardías estampadas con el sello SCLT, que nos facilita una datación del segundo cuarto del siglo II d.C.
El actual proyecto arqueológico del Bajo de la Campana se inició en el año 2007 hasta el 2011, bajo la codirección de Juan Pinedo y Mark Polzer, para la excavación, documentación y estudio en la cara este del yacimiento subacuático, dejando al descubierto miles de piezas, enteras y fragmentadas. Para llevarlo a cabo, el entonces Ministerio de Cultura firmó un convenio de colaboración con el Institute of Nautical Archaeology (INA) de la Universidad A& M de Texas. La mayoría de las piezas pueden ser adscritas a la carga del barco, comprendiendo materias primas en bruto así como bienes ya manufacturados. La parte más importante de la carga está constituida por más de 50 defensas de elefante, lingotes de estaño y de cobre y cerca de una tonelada de mineral de plomo. Las manufacturas consisten en ánforas que probablemente transportaban vino (y otros contenidos), materiales cerámicos que incluyen platos y cuencos, cerámica de mesa y de cocina, jarras, morteros trípode y otros objetos de lujo como perfumes para ungüentos, cáscaras de huevo de avestruz decoradas, mangos de marfil para dagas, mobiliario de bronce, así como otros objetos que denotan prestigio y rango.
Actualmente, los estudios sobre esta rica y diversa carga del pecio fenicio están arrojando luz sobre diferentes aspectos de la red colonial y comercial instituida por este pueblo en el Mediterráneo Occidental, así como sobre el estudio de las interacciones entre los pueblos indígenas y los comerciantes y colonos fenicios. Este tipo de cerámica y objetos de lujo aparece en contextos de enterramiento en necrópolis tanto indígenas como fenicias, revelando no sólo la profunda transformación cultural de las sociedades indígenas influenciadas por los asentamientos fenicios, sino también el impacto que éstos ejercen en los colonizadores.Salto de línea