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Libros

La afición del marqués de Cerralbo por los libros lo llevaron a convertirse en un importante bibliófilo en el más extenso sentido de la palabra: catalogó, conservó y ordenó minuciosamente libros que iba adquiriendo procedentes de casas de subastas y librerías a cuyos boletines estaba suscrito. Construyó su fondo bibliográfico atendiendo a dos criterios: por un lado, necesitaba una biblioteca temática que le sirviera para documentarse en las actividades de la que es estudioso: numismática, historia del arte, arqueología y todas aquellas materias que le permitiesen adquirir los conocimientos precisos para su propia actividad investigadora, por otro lado, su amor por el libro como objeto de gran belleza artística, le llevó a buscar y adquirir tanto en España como en Francia e Italia magníficos ejemplares de indudable valor. Así, la biblioteca del Marqués de Cerralbo se convirtió en lugar de referencia no sólo para los curiosos dispuestos a admirar las joyas que allí guardaba sino para los eruditos que querían ampliar sus conocimientos en aquellas disciplinas que D. Enrique estudiaba.

La biblioteca nos sorprende por la variedad del fondo que lo compone. En ella se dan cita todas las fases del libro impreso desde los incunables del siglo XV hasta los editados a comienzos del siglo XX: hacer un recorrido por sus estanterías nos permite contemplar ejemplares de las más importantes industrias tipográficas europeas de la época a la que pertenecen, conocer la estética libresca de cada siglo y admirar las ilustraciones que adornan los textos.

Los primeros impresos creados por la industria tipográfica nacieron en Alemania y no tardaron en extenderse por el resto de Europa: Núremberg, Venecia y París imprimieron hermosos ejemplares ante los que el Marqués no permaneció indiferente. Con la llegada del siglo XVI, el libro comienza a adquirir la forma que actualmente conocemos: la portada cobra protagonismo y se convierte en la principal fuente de información del documento. Es el siglo del impresor de Amberes Cristóbal Plantino que no tardó en desarrollar una importante industria tipográfica adquiriendo fama en toda Europa por su gran capacidad de mercado y por la calidad de los ejemplares que editaba. Además de Amberes, imprentas de Venecia, París, Lyon y las españolas de Luís Sánchez en Madrid, Juan Joffré en Valencia o Jacome Cromberger en Sevilla han dejado huella de su quehacer en las estanterías de este Museo.

En el siglo XVII, Bélgica y Holanda consiguen la primacía absoluta en la producción de libros al unir la riqueza económica y las actitudes más liberales del momento: es el siglo de los Ezelvir y los Moreto (descendientes de los Plantino).

El siglo XVIII representa uno de los momentos más brillantes de la historia del libro tanto en su aspecto físico como en su contenido. El interés por los temas científicos, eruditos y galantes convierte la ilustración en el recurso más notable del libro. Es el siglo de los Diderot, de la Historia Natural de Buffon y de la Imprenta Real en España.

Con el surgimiento de la sociedad industrial el libro alcanzará a sectores cada vez más amplios de la sociedad. Es el siglo que vio nacer al marqués de Cerralbo y, coincidiendo con esta época, la biblioteca adquiere un carácter intelectual que antes no tenía y responde al interés de éste por actualizar sus conocimientos, documentarse para sus escritos arqueológicos y “estar al día” en aquellas cuestiones a las que no es ajeno.

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