El Greco (1541-1614)
San Bartolomé es una figura única dentro de este Apostolado, pues no aparece en ninguno de los otros apostolados conservados (Catedral de Toledo, Museo Bellas Artes de Oviedo, Almadrones).
Podemos distinguir en su mano el cuchillo con que fue desollado y a sus pies, sujetado por una cadena, al demonio Astaroth, cuyas tentaciones venció según la Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine. También el rostro parece seguir la descripción de este santo que da este autor.
A lo largo del siglo XVI encontramos en Toledo interesantes representaciones pictóricas de los doce apóstoles. Estas creaciones se iniciaron con la predela del retablo mayor de la iglesia de San Andrés, obra de Juan de Borgoña y Antonio de Comontes, en la que se representa a los apóstoles de medio cuerpo, en actitud de diálogo y situados sobre fondo dorado. En los años finales del Greco, el artista renovó el sentido de estas series hasta convertirlas en una producción novedosa que ya no estaba destinada a ocupar un lugar en los retablos. Concibió trece lienzos exentos con las imágenes de Cristo Salvador y los doce apóstoles, recortados sobre fondos neutros, dotados de monumentalidad formal y de expresividad psicológica. Los apóstoles se cubren con túnica y manto y se acompañan de atributos identificativos de cada personaje. Además de esos atributos, El Greco concibió para cada apóstol unas combinaciones cromáticas para la vestimenta y una gestualidad propia que pasarían a convertirse en códigos de identificación de los personajes.
El estilo del Greco
Rafael Alonso, restaurador del Museo Nacional del Prado, analiza a través del Apostolado del Museo del Greco la técnica del maestro cretense. La bondad de este conjunto pictórico, realizado en la etapa final del pintor candiota, reside en el hecho de hallarse inacabado, aspecto que permite vislumbrar los distintos estadios de ejecución en la realización de una obra del maestro Doménico.