Francisco Herrera el Viejo (1590-1654)
En este cuadro se representan dos hechos que tuvieron lugar el día de Pentecostés. Al fondo aparece la Virgen rodeada de los apóstoles recibiendo la venida del Espíritu Santo y en primer plano, posiblemente el momento en que san Pedro habla a los israelitas que, atraídos por el Espíritu Santo, se presentan en el cenáculo.
Es obra de Francisco de Herrera el Viejo, pintor que se configura como representante de la evolución de la pintura desarrollada en Sevilla en la primera mitad del siglo XVII con la progresiva imposición de los nuevos aires naturalistas y el abandono del manierismo hasta la llegada de unas formas más libres y sueltas que definirán el pleno Barroco.
Se trata de una obra de grandes dimensiones, algo más de 2 metros de ancho por 2,6 de alto. En un momento determinado de su historia, probablemente hace varios siglos, la tela fue doblada para ser transportada. Desde entonces el cuadro ha sido objeto de diversas intervenciones que dejaron su huella en forma de repintes y barnices que junto con la acumulación de suciedad desvirtuaban la apariencia original de la obra. Motivo por el cual ha sido restaurada por el Instituto del Patrimonio Cultural Español (IPCE).