Los grupos humanos de los tiempos de Altamira se movían periódicamente en un territorio amplio que debían conocer bien. Con cortos desplazamientos y en poco tiempo ocupaban cuevas en zonas y medios muy distintos en función de recursos de temporada y del clima estacional. Remontando los ríos vivían en primavera/otoño en espacios más interiores al pie de las montañas, y durante todo el año o en la invernada en la zona litoral y costera.
Dos buenos ejemplos de movimientos por el territorio son las cuevas de Rascaño y Altamira. La cueva de Rascaño se ubica junto al río Miera. Esta cueva fue utilizada en las estaciones de clima más benigno, entre la primavera y el otoño. Los grupos que la habitaron cazaban sobre todo cabras salvajes, hoy extintas. Altamira por su parte, fue ocupada reiteradamente a lo largo de milenios y durante todas las épocas del año. La diversidad de su arte rupestre y de los restos arqueológicos encontrados hace pensar que pudo ser un lugar vertebrador de un amplio territorio; un enclave al que acudían grupos con algún tipo de vínculo.