El triunfo social y político de la burguesía la convierte en la protagonista de la moda. La concepción romántica de la vida resulta atormentada, sentimental, viajera, atraída por las ruinas de tiempos pasados, aficionada a leyendas e historias de terror, vehemente, y pronta a inmolarse por ideas o amores. Al mismo tiempo el carácter trabajador de empresarios e industriales impregna la moda de un cierto carácter sobrio y oscuro, en el caso de los hombres, frente a la vistosidad y diversidad del atuendo femenino.
El traje masculino, con levita o frac, se hace oscuro y uniforme, tan austero y repetivivo que a partir de 1850 acaba desapareciendo de las revistas de moda. Por el contrario, el traje femenino, lujoso, se caracteriza por sus faldas ahuecadas por el miriñaque, talles estrechos y profusión de adornos y aplicaciones sobre telas de brillantes colores.