Con anterioridad a los primeros contactos con culturas europeas, en Oceanía se desconocían los textiles. Para confeccionar la indumentaria se empleaban materias vegetales como hojas, fibras trenzadas y sobre todo corteza batida denominada “tapa”.
En las sociedades tradicionales, además de su uso como vestimenta, la tapa tenía un lugar relevante en el ámbito económico y social. Las mantas de tapa conferían a su dueño alto estatus, poder y diferenciación. Era símbolo de riqueza y poder, objeto de intercambio y prestigio. Algunas de ellas se usaban para las ceremonias más importantes como la proclamación de un jefe, un matrimonio o un entierro. Con ella se realizaba la primera prenda del recién nacido; la sábana que era el símbolo de la unión de una pareja y también la mortaja del difunto.
En Tonga, la tapa es conocida como gnatu. Al tener una alta consideración social eran utilizadas en los intercambios ceremoniales o como presente ante altos dignatarios. En cada ocasión el tamaño de la tapa podía variar en función de la naturaleza de los regalos entregados u objetos intercambiados.
El gran gnatu de Tonga que se conserva en el Museo de América forma parte de los objetos recogidos durante la expedición científica de Alejandro Malaspina (1789-1794) que, organizada por la Corona española, recorrió casi todo el mundo durante cuatro años. Esta alfombra con cerca de treinta metros de largo, es la única obra en el mundo, de esta antigüedad, que conserva íntegra sus dimensiones originales.
Para su elaboración se usa un árbol de la familia de las moráceas como la Broussonetia papyrifera de donde se extraen las piezas de mayor calidad, aunque la tapa también se obtiene del Artocarpus y del Ficus. Cuando el árbol tiene aproximadamente dos metros se corta y se separa la corteza, introduciéndola en agua hasta que se empapa. Varias mujeres golpean (baten) la tapa sobre una especie de yunque hasta dejar piezas cortas y anchas que se unen unas a otras hasta lograr el tamaño deseado.
Tras esta operación, las piezas se dejan secar a la sombra y luego se tienden al sol para blanquearlas. Podían dejarlas en crudo o decorarlas a mano mediante el uso de una matriz; los colores tradicionales son naturales, principalmente, procedentes de materias vegetales.