El núcleo más autentico y verdaderamente significativo dentro de la arquitectura popular se encuentra prácticamente limitado a la casa-habitación y dependencias auxiliares incluidas o no dentro de ella. El grupo social que lleva a cabo la arquitectura popular raramente da forma a símbolos y abstracciones. El materializar conceptos representativos, como puedan serlo la religión, el poder, la riqueza, la ciencia, etc., queda fuera del campo de acción.
Según el Plan Nacional se concibe la Arquitectura Tradicional como el conjunto de construcciones que surgen de la implantación de una comunidad en su territorio y que manifiestan en su diversidad y evolución su adaptación ecológica, tanto a los condicionantes y recursos naturales, como a los procesos históricos y modelos socioeconómicos que se han desarrollado en cada lugar. Constituyen un destacado referente entre las señas de identidad culturales de la comunidad que la ha generado, y es el resultado de experiencias y conocimientos compartidos, transmitidos y enriquecidos de una generación a otra.
Aunque son múltiples las variables que han sido tenidas en cuenta para caracterizarla, entre las que concilian un mayor consenso están: empleo de materiales extraídos del entorno inmediato; organización planimétrica y creación de espacios específicos adaptados a las condiciones medioambientales; utilización de técnicas constructivas y variados recursos estéticos resultantes de largos procesos históricos y que se han ido transmitiendo y readaptando a lo largo del tiempo. En su planificación y construcción, aun no siendo imprescindible, es frecuente la participación activa de quienes van a ser sus usuarios; si bien han sido y son los alarifes y artesanos locales quienes mejor conocen y han sabido adaptar los saberes ancestrales que se expresan en esta arquitectura.
El resultado es una arquitectura, tanto la diseminada en el medio rural como la que conforma los conjuntos urbanos, de notable variedad. Es el reflejo de unos determinados modos de vida por lo que, en la medida de lo posible, también se han de preservar los bienes muebles que contribuyen a dar sentido a los propios edificios.
De ahí que, frente a la creciente homogeneización de los paisajes urbanos a nivel mundial, la arquitectura tradicional debe de ser igualmente valorada por la diversidad de matices y calidad de los paisajes culturales, urbanos y rurales, que ha contribuido a conformar.