La arquitectura tradicional presenta un amplio conjunto de riesgos que afectan tanto a su materialidad como a los aspectos socioeconómicos que derivan de la identidad de la comunidad en el territorio.
La uniformidad de los valores culturales y de la arquitectura genera una producción estandarizada alejada de la diversidad y especificidad propias de la arquitectura tradicional. La globalización de los materiales, técnicas y modos de producción industrializados y de las vías de distribución dificulta, encarece o simplemente imposibilita la obtención de los materiales o de las técnicas tradicionalmente empleados en su construcción.
A su vez se produce una pérdida de funciones y de conocimientos por la progresiva desaparición de las formas de vida y prácticas tradicionales y la pérdida de conocimientos relativos a los oficios tradicionales relacionados con las construcciones.
La falta de valoración y sensibilización, produce una devaluación de lo rural, una carencia de valor patrimonial de la arquitectura tradicional, que se generen expolios y acciones vandálicas y que exista una especulación urbanística.
Junto con estos riesgos, la arquitectura tradicional se enfrenta también a una carencia de estudios, medidas, normativa y difusión, unos criterios de intervención inadecuados, y unos factores de riesgo ambientales.